SeAlquila/Público
El proyecto SeAlquila/público se realizó simultaneamente en

las ciudades de Madrid, España y en Ecuador en la ciudad de

Guayaquil. Yo pude visitar en la segunda ciudad, donde el

antiguo edificio El Telégrafo, fue el lugar tomado para

realizarse.


Habían trabajos muy elaborados, muy buenos. Y uno de esos,

era el de un grupo formados en su mayoría por personas no

videntes, y una señora vidente, que era la mediadora de su

mundo con el suyo, y se autodenominaban "Colectivo Cíclope".

Entras a un cuarto pequeño dónde están ellos, siempre hay una

gran fila, esperando entrar al espectáculo. Al principio de

la fila hay una entrada donde está colocada una gran tela

negra. Entran a la vez dos personas, se demoran alrededor de

tres a cinco minutos en salir, donde la salida está al otro

extremo de la entrada. Las personas que entran se colocan, se

deben de colocar unas gafas, esas gafas para ver bajo el mar.


La persona no vidente que está en la entrada dice que para

acostumbrarse y para encontrar más rápido la salida, tienen que

ponerse las gafas, ya que ésta te acostumbran a la ceguedad

antes de ver la oscuridad absoluta.


Es mi turno, me dan las gafas, me las coloco. Es cierto no veo

nada, sólo las siluetas de las personas que están allí, siento

temor. Entro, veo la negruro eterna, me da miedo, pienso que

alguién con gafas nocturnas me está observando, y se mofa,

porque estoy perdido.


Siento las paredes, hasta que siento una parte que parece

plumafón. Es una puerta, sigo y sigo. Se escuchan ruidos,

personas riendo, conversando, bebes llorando. Parece que

estuviera en una casa de terror. Estoy perdido, el espacio me

parece infinito, sigo con las manos adelantes mientras que

escucho las mofas de los dioses. Sigo, hay otra puerta. La

atravieso, un señor me coge y me sienta en una silla. Todavía

no veo nada. Y me pregunta si me gustó. Le respondo que sí, y

me dice que así ellos ven, y los ruidos, no eran ruidos de

ultratumba, sino que son ruidos cotidianos. Me levanto le

agradezco y me agradedece, salgo nuevamente por otra puerta,

me saco las gafas y mi vista otra vez se adapta al mundo dónde

al parecer pertenezco, le entrego las gafas a una señora y me

alejo de aquel mundo, que todavía no me quiere.